Al probar cafés de especialidad no siempre sabemos que esperar y eso es lo más hermoso y sorprendente, pero a veces no es fácil apreciar lo que nuestra memoria gustativa no permite relacionar con algún sabor como el café y es que pocas cosas están arraigadas tan profundamente en nuestra persona como las memorias sensoriales. El olor de la casa de nuestros abuelos, o la textura del pelo de nuestra mascota, el sonido del mar y también a lo que sabe el café. Entonces es aquí donde es muy probable que nuestros primeros cafés hayan sido algún café amargo muy endulzado y quizá con leche para suavizarlo más que nos dieron en casa, de ahí quizá siguieron años de tomarlo de esa manera por no conocer alguna otra o porque al probar el mismo café sin endulzar y sin leche no era algo agradable para la boca. Todo ese tiempo nuestra memoria sigue reforzando "a que sabe" el café y entonces cuando por fin probamos cafés de especialidad que nos ofrecen sabores afrutados, florales, dulces y que de nuevo les quitamos el endulzado extra es natural sufrir un shock cognitivo. En este punto la respuesta del cerebro es el rechazo inmediato, nuestro cerebro nos dice "esto no es café" ya que lo compara con el el concepto que le estuvimos alimentando anteriormente.
Por esto que hacer conscientemente la apreciación del café requiere un poco de preparación donde le digamos a nuestro cerebro "vas a conocer nuevas definiciones de café" para que en lugar de rechazarlas, las incluya en nuestras nuevas definiciones (memorias) gustativas y esto enriquezca nuestra paleta de sabores.
Conocer las propiedades del café también es de gran ayuda para poder clasificar mejor esas nuevas sensaciones que nos dan los sentidos y llamarlas por su nombre. Recordemos siempre que el café proviene de una fruta que creció en un pedazo de tierra específico, por lo que esperar que nuestro café siempre sepa igual es limitar nuestro propio descubrimiento y enriquecimiento.